sábado, 18 de julio de 2009

30 años

Hace 30 años yo acababa de cumplir 5 años. No recuerdo como celebramos ese cumpleaños. Estoy seguro que fue en la casa de Urdesa Norte cuando todavía había el gran patio de tierra, lleno de árboles y aventuras. Hace 30 años, seguro no conocía la zona de Puerto López ni nada de Manabí. No era una referencia en mi vida.

Hace 30 años nos gobernaba una Junta Militar compuesta por tres militares, valga la redundancia. Estabamos cerca de la transición. Jaime Roldós estaba por asumir el mando presidencial. Volvíamos a la democracia luego de más de 8 años de dictadura militar. Vivíamos la bonanza del petróleo, que por supuesto no le llegó a todo el mundo.

Hace 30 años, Puerto López era una parroquia del cantón Jipijapa, los caminos eran de tierra y díficiles. Hace 30 años, nadie tomaba en cuenta unas ballenas que llegaban a las costas del Ecuador todos los años. Hace 30 años los bosques eran altos y estaban llenos de especies maderables y de animales en no peligro de extinción.

Hace 30 años, casi no había áreas protegidas en Ecuador. Apenas unas cuantas, menos de 10. El mundo casi no hablaba de conservar la naturaleza. El Ecuador tampoco.

Hace 30 años, muchos de los conservacionistas de hoy eran jovenes llenos de ilusiones y sueños.

Hace 30 años, ninguna carrera en las universidades se relacionaba mucho al manejo de los recursos naturales.

Hace 30 años, había pobreza en el Ecuador. No se si más o menos. Yo diría que diferente. La gente vivía mucho más en el campo. Usaba los recursos, sacaba madera, pescaba todo lo que quería. Eramos muchos menos habitantes y el consumo era mucho menor.

Hace 30 años los bosques secos ya había sido bastante afectados pero todavía había remanentes importantes.

Todo era tan diferente hace 30 años. Otras circunstacias. Han pasado 6 lustros, 5 décadas, más de 10 presidentes, algunos alcaldes.

Hace 30 años, en Manabí, se creó el Parque Nacional Machalilla. Un lugar excepcional para la diversidad biológica del Ecuador, tanto terrestre como marina. Un lugar excepcional para la historia del Ecuador, tanto pasada como presente. Un lugar que sin embargo, genera emociones encontradas. Todavía es posible disfrutar y beneficiarse de su belleza, pero ya los ecosistemas están deteriorados. Ya no es lo mismo de antes. La típica pregunta, es, como está Machalilla 30 años después. La reacción de mucha gente es que está peor, que se ha invertido mucha plata y nada ha pasado.

Discrepo. Yo creo que esa es una mirada poco objetiva. Yo los desafío a pensar que hubiera pasado si Machalilla no hubiera sido creado. Quedaría mucho menos. Gran parte del desarrollo de la zona, no se hubiera dado porque el turismo no tendría el mismo impulso.

Estoy de acuerdo en que las cosas no se han manejado del todo bien. Que la inversión no ha sido tan eficiente, que todavía hay demasiado por mejorar. Pero, sin justificar, hay que decir que la estructura del estado no se presta para desarrollar los temas de conservación. La inestabilidad de financiamiento y de organización no permiten procesos de largo plazo. Además, todavía prima en el Ministerio del Ambiente un cierto dejo de aquella filosofía de conservación sin gente. El discurso ha cambiado, pero la práctica no mucho.

Creo que lo importante es que más allá de las fiestas y celebraciones, nos sentemos a reflexionar que ha pasado, que está pasando y como podemos trabajar en el futuro.

Han sido 30 años, hay mucho que contar. Pero eso es una ficción, porque en realidad son solo 30 años de este modelo de conservación porque la zona lleva más de 8.000. Este es un buen momento para tomar pasado y futuro y construir el presente del Parque Nacional Machalilla.

domingo, 12 de julio de 2009

Biodiversidad Guayaquil

Generalmente cuando uno piensa en biodiversidad piensa en alguna gran extensión de bosque o mar natural que puede ser capaz de sostener toda la variedad de flora y fauna que eso implica. Uno se imagina el lodo de un sendero o la arena de una playa solitaria. Pero casi nunca uno piensa en las ciudades.

Las ciudades suelen ser la antítesis de nuestro imaginario de naturaleza. Mucho cemento, muchos vehículos, mucha gente. Y las ciudades grandes peor, más cemento, mas vehículos, más gente. Por ejemplo, Guayaquil. Una ciudad grande en Ecuador con cerca de tres millones de habitantes, con pocas áreas verdes, ¿qué biodiversidad puede haber en esta ciudad? Pues la verdad que no poca.

Guayaquil se ha extendido en un sitio donde antes había bosque seco, manglares y estuarios. Y de eso, algo queda. Todavía existen relictos como Cerro Colorado o el Paraíso, el estero salado en la Kennedy o Puerto Azul. Y en esos lugares tenemos grandes variedades de plantas y animales. Aves, mamíferos, reptiles. Incluso especies tan amenazadas o quizás biológicamente extintas como el cocodrilo de la costa.

Pero incluso, si cerramos el círculo y nos quedamos solo con los parques y parterres y sus bordes, Guayaquil tiene una diversidad espléndida, digna de admiración. Basta con pasear por el malecón. Ahi se pueden encontrar muchas aves. O ir al Parque Lineal en la Carlos Julio Arosemena donde abundan las iguanas. O en el estero Salado en Urdesa donde duermen las garzas. O en los cables de electricidad de ciertas calles donde reposan las palomas.

Obviamente, la diversidad no es la de antes, pero es respetable. Lo importante es empezar a conocerla, valorarla y cuidarla. Si así nomás sin mucho cuidado, todavía tenemos una diversidad importante, que sería si hiciéramos algo para conservarla. Creo que es uan resposabilidad de las autoridades y de los habitantes de esta ciudad.

viernes, 10 de julio de 2009

Participación

¿Qué es la participación? Desde que empecé a merodear el mundo de la conservación escuché que la participación era importante. Y pronto me convencí porque tuve experiencias motivadoras trabajando con unas amigas que creían en eso y que generaban experiencias enriquecedoras. Una de las cosas que más me motivó de mis inicios en el tema fue la necesidad de encontrar un equilibrio entre las necesidades de la gente y la conservación de la naturaleza. Mas allá de los trillados discursos de desarrollo sustentable o la moda actual de unir pobreza con medio ambiente.

Debo hacer una confesión inicial eso si. Yo entré a esto porque me gustaban los animales. Porque cuando era niño "cazaba" sapos en el patio de mi tío. Porque me gustaban los perros y los gatos. Porque me gustaba ver en la televisión animales como los delfines, las ballenas, los leones. Porque me gustaba ir a una finca y sentarme a ver pasar el río, porque disfrutaba de ir a Tumbaco y gozar del campo serrano. Pocas excursiones hice y siempre con un poco de temor. Es decir, lo que me importaba era conservar la naturaleza porque me parecía bonita. Me costaba entender como alguien podía destruir algo que era maravilloso.

Pero enseguida que empecé a trabajar en una fundación, me di cuenta de la otra realidad. Esa que uno ve en las noticias y que la siente lejos. La pobreza y hasta la miseria. Las necesidades y las carencias. Y entonces muy pronto entendí que el tema no era sencillo sino complicado y que la cosa no era con el mundo animal sino con los seres humanos.

Asi que desde entonces creo que para conservar se necesita que la gente participe. Pero de nuevo, ¿qué quiere decir participación? ¿Estar ahi presente? ¿Leer un documento? ¿Escuchar una charla? ¿Emitir comentarios? ¿Diseñar proyectos? ¿Organizar una movilización?

Los teóricos plantean que hay diferentes tipos de participación que van desde la simple información hasta la autodeterminación. Idealmente uno pensaría que lo ideal es la autodeterminación. Una participación tan activa que la toma de decisiones está en los actores sociales y no en las instituciones externas. Pero para llegar a eso se necesita tiempo y preparación.

Se necesita aprender a participar. Es todo un tema. No es sencillo. Se necesita aprender a escuchar y a hacer preguntas, se necesita aprender a entender las necesidades del grupo y a darles cabida. Se necesita tener predisposición, autoestima. Se necesita mucho.

Los conservacionistas a veces caemos en el juego. Como lo políticamente correcto es la participación, la incluimos en nuestros proyectos. Algunos con más énfasis que otros. Pero todavía estamos lejos porque es un tema complicado. Puede ser que consultemos y que acojamos comentarios, pero generalmente las necesidades las seguimos proponiendo nosotros. A la larga, ¿cuántas personas participan en el diseño de una propuesta? ¿Todas las que estuvieron en un taller? ¿O las cinco que dijeron algo?

Creo que más importante es reconocer nuestras limitaciones. Entender los niveles de participación que hemos alcanzado y procurar dar pasos más importantes. Eso solo es posible con educación. Una educación hacia adentro de las organizaciones para aprender a manejar los procesos de participación. Y una educación hacia la gente que queremos que participe. Darles cada vez más poder, más autoestima, más herramientas.

Solo así, algún rato, los procesos de participación serán efectivos