domingo, 12 de julio de 2009

Biodiversidad Guayaquil

Generalmente cuando uno piensa en biodiversidad piensa en alguna gran extensión de bosque o mar natural que puede ser capaz de sostener toda la variedad de flora y fauna que eso implica. Uno se imagina el lodo de un sendero o la arena de una playa solitaria. Pero casi nunca uno piensa en las ciudades.

Las ciudades suelen ser la antítesis de nuestro imaginario de naturaleza. Mucho cemento, muchos vehículos, mucha gente. Y las ciudades grandes peor, más cemento, mas vehículos, más gente. Por ejemplo, Guayaquil. Una ciudad grande en Ecuador con cerca de tres millones de habitantes, con pocas áreas verdes, ¿qué biodiversidad puede haber en esta ciudad? Pues la verdad que no poca.

Guayaquil se ha extendido en un sitio donde antes había bosque seco, manglares y estuarios. Y de eso, algo queda. Todavía existen relictos como Cerro Colorado o el Paraíso, el estero salado en la Kennedy o Puerto Azul. Y en esos lugares tenemos grandes variedades de plantas y animales. Aves, mamíferos, reptiles. Incluso especies tan amenazadas o quizás biológicamente extintas como el cocodrilo de la costa.

Pero incluso, si cerramos el círculo y nos quedamos solo con los parques y parterres y sus bordes, Guayaquil tiene una diversidad espléndida, digna de admiración. Basta con pasear por el malecón. Ahi se pueden encontrar muchas aves. O ir al Parque Lineal en la Carlos Julio Arosemena donde abundan las iguanas. O en el estero Salado en Urdesa donde duermen las garzas. O en los cables de electricidad de ciertas calles donde reposan las palomas.

Obviamente, la diversidad no es la de antes, pero es respetable. Lo importante es empezar a conocerla, valorarla y cuidarla. Si así nomás sin mucho cuidado, todavía tenemos una diversidad importante, que sería si hiciéramos algo para conservarla. Creo que es uan resposabilidad de las autoridades y de los habitantes de esta ciudad.

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